Color rojo sangre {Calvin}

Desde el momento en que la luz cruzó la ventana, no había dejado a mi mente darle más vueltas a ningún tema. No había dormido nada en absoluto, pero era común que esto me pasara antes de cada exhibición. Mi mente se cerraba y se daba cuenta de que no había salida, y que el ciclo giraba y giraba sin cambiar siquiera levemente. Y como otras veces, miré a mí alrededor, mientras caminaba de un lado a otro, sin poder estar quieto, buscando algo. Algo cortante, o simplemente, duro, con lo que poder evitarme salir de nuevo al público. Pero estaba todo meticulosamente preparado, y mi frustración iba en aumento mientras las horas pasaban.
Pese a lo que mostraba desde dentro, no se vio ni un leve resquicio de mi inquietud, cuando la puerta se abrió, y me invitaron a salir con aparente amabilidad. Malditas tretas, yo no me creía nada, ni siquiera esas sonrisas falsas, pero obedientemente les seguí, sin mostrar nada, tras sus pasos, hasta la sala donde me vestirían. Como siempre. Fui sintiendo manos sobre mi cuerpo que explícitamente colocaban lo preciso, mientras mi indiferencia hacia esos roces era más que clara. No tardaron y en seguida me vi, escasamente cubierto con cuero para la parte inferior, botas robustas, mis guantes oscuros sin dedos y un cinturón, que realmente era más decorativo que útil. Y nada más.
Fui llevado a la zona de exposición de manera más o menos rápida, y con unas esposas negras y las manos a la espalda. En cuanto me dijeron, como si fuera de manera mecánica, salí a la superficie más alta donde se nos mostraba, seguido de un hombre. Este ató mis cadenas a un enganche resistente, y desapareció. Aunque junto a mí, había más personas, más esclavos, en la misma posición. Fruncí el seño, pero me mantuve pasivo, mirando de vez en cuando a un lado, queriendo esperar a que el tiempo de siempre, pasara rápido. A veces hasta me obligaban a hacer demostraciones de distintas clases, y esto era de las cosas que menos me agradaba. Sin embargo, en vez de ello, uno de la sala, uno de tantos estúpidos ricos que se mantenían ahí, me señaló, y pidió acercarse para examinar “la mercancía” de más cerca. Me tragué un gruñido, pero dejé que se acercara, no pudiendo moverme prácticamente, mientras el muchacho pasaba las manos desde mi hombro hasta mi espalda, acercándose peligrosamente a mis dolorosas cicatrices. Me quedé quieto, durante el proceso, hasta que su mano arañó la superficie de una de esas marcas, y una sonrisa impoluta apareció en mi rostro, de repente, terriblemente colmada de excitación, pero oscura, muy oscura. Doblé mis manos, habiendo procurado, que las colocaran por una zona gruesa, de manera, que ahora prácticamente se resbalaran de mis muñecas. Con un brillo extraño en la mirada. En un movimiento rápido, sujeté al hombre de los brazos, y hundí mi rostro en su cuello, apretando  con los dientes lo suficiente como para que brotara sangre de la herida, y me erguí con orgullo, apartándole de manera que este cayera al suelo, y me relamí la sangre con tranquilidad frente a los presentes, únicamente por el momento que pude saborearla. Unos guardias, quizás hasta cuatro, no lo vi muy claramente, me alcanzaron, y tirando de mi cuerpo, se apresuraron a sacarme de la vista de los compradores, al tiempo que yo me rebatía mínimamente, y les sonreía de manera salvaje, sin siguiera importarme lo que podría suponer mi fallo.

Me golpearon alguna que otra vez, haciendo que mi boca sangrara de mi propia sangre, pero no me opuse ni mostré querer hacerlo. Mientras escuchaba a lo lejos de fondo como podían excusas sobre mi comportamiento, por los altavoces. No me importaba, nada de ellos, ojala hubiera podido matar a uno más. Pero esto desembocó en una partida rápida, fomentada por las pocas opciones que me quedaban, y así, acabaron decidiéndose por meterme en prisión, al menos, hasta descubrir si además tenía entre mis trastornos el canibalismo, o solo era algo momentáneo. Era lo segundo, pero no sería yo quien abriera la boca. Fui echado en una celda, fría, y sombría, de esas aisladas de otra compañía, sin ni siquiera dejarme ponerme más ropa, aunque no me importaba realmente. Me apoyé en la pared, y miré los barrotes de manera inexpresiva, soltando vaho por culpa del frescor de la celda, mientras el único movimiento que me decidía por hacer, era el de llevar mi mano a la comisura de mis labios, y limpiar la piel tranquilamente.
Directo y relativamente conciso y si no aceptaba iba a llevárselo también podía tenerlo como esclavo meramente sexual y explotar ese detalle que los médicos compartieron con él a su antojo hasta domarlo, iba a ser por las buenas o por las malas.

A este tipo de negocios no podía faltar.

Había una clase muy particular de esclavos esos que no perdían su perfecta apariencia pero que tenían una sanidad mental de la misma mierda, por eso mismo se los ponía a prueba o se testeaba que tan defectuosas estaban sus cabecitas y en casos extremos se les dejaba encerrados en la cárcel y que Dios se amparara de ellos.
El rubio asistiría a dicha cárcel para una exhibición de un pequeño grupo de estas mascotas, que dicho sea de paso ese pequeño grupo era vendido por mercaderes suyos, a algunos amos enfermos les agradaban los que tenían un lindo cuerpo y una cabeza muy retorcida, le morbo siempre dio buena ganancia, pero esto era un pequeño secreto, muy pocos sabían detalles como aquellos.
De un espectacular Escalade negro bajaron dos de sus hombres de confianza y luego él;Clavin vestía un espectacular Prada color negro así como su camisa del mismo color a excepción de su corbata que era rojo sangre. Ambos hombres que bajaron con él se colocaron a su lado u otro Los amos estaban más por arriba protegidos por un cristal y rejas a su alrededor, así mismo las mascotas iban amarradas y esposadas con un personal capacitado que acudiría en casos de incidentes.
Al entrar el mafioso saludo a sus allegados y conocidos hombres de negocio y de la aristocracia, lógicamente esta reunión era para muy privilegiados e importantes y completamente ilegal, más de lo que se podía en aquella ciudad. No demoraron en comenzar con la mercancía, uno por uno mientras el rubio sonreía malicioso y complacido pero las cosas no se dieron tan bien como había pensado, o mejor dicho se dieron mejor…

Una de las mascotas perdió el control cuando uno de los compradores quiso corroborar la mercancía, rápidamente se él aparto y los paramédicos fueron a socorrer al herido, un hombre ya muy maduro, aristocrático y que valía su culo en oro. Calvin meneo apenas su rostro mordiendo su labio discreto para luego sonreír para luego tratar de clamar el pánico general.
-Señores, señores…no se preocupen el conde está bien y será atendido apropiadamente, no se alarmen veré que medidas se tomaran con este individuo personalmente- con una sonrisa muy diplomática y sus perfectos modales calmo el clima general, sin contar con los comentarios a su favor halagando su actitud tan caballerosa. Hizo un gesto con su cabeza para luego mostrar su perfil más severo en lo que sus hombres acudieron detrás de él directo a la celda de aquella mascota.

Antes de entrar un medico les conto brevemente el perfil psicológico del joven, lo que hizo si no despertar mas interés en el rubio, pidió para verle a solas con sus hombres para no despertar mucha alarma entre los trabajadores del centro, así que sus dos empleados y el entraron a la celda del esclavo. Tan solo resonaban los pasos del grupo de hombres. Los dos gorilones fornidos quedaron contra la puerta mientras Calvin daba unos pasos viendo a Devon aun con manchas de sangre.
-Devon Stonnen…soy Calvin Candie…-dijo colocando sus manos en el bolsillo de sus pantalones quedando de frente a él –sabes lo que acabas de hacer verdad? Y lo que esto puede conllevar a tu vida?, acabas de…morder a uno de los aristócratas más adinerados de Sydney, no lo mataste…pero no saldrás ileso de esta, lo bueno para ti es que vengo para ofrecerte una oportunidad, la oportunidad de que trabajes conmigo y no hablo de un mostrador, ni mucho menos, si te interesa puedo darte más detalles...lógicamente esto no significa que dejaras de ser un esclavo-

Aún me dolía la mandíbula pese a haberme dedicado a mover la boca levemente, esperando que la tensión desapareciera. Lo cierto, era que no me arrepentía de la dirección que había tomado, y pudrirme en esa celda no era el mayor de mis problemas. Ni siquiera sentía que hubiera hecho suficiente, esperaba poder volver al pasado, y acabar con ese maldito millonario, pero dada mi situación, daría gracias si siquiera me daban algo de comer después de todo. No hice aman de querer moverme, mientras mi mirada se fijaba en uno de los guardias que vigilaban la puerta, que no me perdía de vista, seguramente esperando que mostrara ese lado caníbal e intentara cazarlo, aunque las rejas me lo impidieran. Como un simple animal irracional. En lugar de cumplir sus expectativas, le mostré una sonrisa tremendamente salvaje, y pasé mi lengua por la superficie blanca de mis dientes, en un gesto de burla con el que no me corté ni un pelo.

Estaba decidido a seguir molestándole hasta el punto en que deseara golpearme, cuando la puerta que vigilaba el guardia se abrió, y entró un hombre, vestido con un traje oscuro impecable, y una corbata, que obligó a mi mirada a seguir sus pasos, aunque mi sonrisa se borró, y fruncí muy levemente el ceño en su dirección. Era uno de los ricos de la sala, estaba seguro de ello, y me asqueaba el hecho de que hubiera venido hasta aquí para verme. No dije nada, mientras le observaba fijamente, con desconfianza, mientras hablaba, dirigiéndose de una manera extraña a mí. Deseaba poder gritarle el gusto que había sentido, pero me contuve, por el momento.
- ¿Oportunidad? –fue lo que susurré fríamente, dejando resbalar por la comisura de mi boca una gota rojiza, y levantando la cabeza, para girarla hacia un lado y resoplar ante el magnate que tenía delante- ¿es mejor destino acaso que el que se me presenta? –inquirí con la voz apagada, como si lo estuviera susurrando para mí mismo. ¿Me matarían en la cárcel? Lo dudaba. Entonces, volví mi mirada directamente a sus ojos, y me aparté de la pared dando varios pasos hasta quedar a poca distancia del ocioso millonario, ladeando mi cabeza y recogiendo la gota que antes resbalaba, con mi lengua, completamente apropósito, alzando la mirada, hasta clavarla en los hombres que estaban a su espalda, vigilándome- quiero detalles, aunque también quiero morder más cuellos…-mi voz sonó ronca y precisa, dirigiéndome a los guardias de manera indirecta, deseaba matarlos, a todos, maldita impotencia, pero serené mi carácter- señor Candie, ¿en qué podría serle yo tan útil como para venir a buscarme al mismo infierno?, me ofrezco a escucharle con verdadero interés –me separé de él, dando dos pasos hacia atrás, y mordí leve mi labio inferior , inclinando mi cabeza hacia él, intentando no mostrarme amenazante ante las dos personas que vigilaban, además del condenado millonario, antes de erguirme, cruzando los brazos bajo mi pecho, y dejando reposar mi espalda contra la pared del final de la celda, expectante. Bien deseaba probar la carne, sangre de alto valor una vez más, pero estaba controlando mis instintos, antes de que mi sentencia pudiera ser peor. ¿De qué podía servirle un condenado, caníbal y psicópata? Si quería que le mordiera la piel como al otro magnate asqueroso, solo tenía que decirlo y esto terminaría rápido.

Busco un cigarrillo y su zipo encendiéndolo entre sus labios para luego exhalar el humo lentamente para cuando el joven se acercó al rubio con un toque amenazante, los hombres de Calvin no se movieron, sabían cuando hacerlo y el rubio tan solo encendió su cigarrillo viendo el espectáculo que el otro se enseñaba por mostrarle, muy erótico por cierto.
-Estas algo loco peor no sos idiota…la gente confunde la locura con la idiotez-eso en otras palabras quería decir “se que no vas a morderme con la propuesta que tengo”. Cuando Devon se alejo busco un pañuelo blanco y se lo dejo a un lado.

-Soy parte de la mafia y trabajar conmigo te convertiría en uno más- comenzó a contar sin rodeos –lógicamente a la vista de todos soy una persona de negocios muy respetable pero manejo el principal trafico de personas en Sídney, así como drogas en general…-movió su mano ligeramente –siendo medianamente resumidos, tu trabajo va a ser matar para mí, como un esclavo encubierto, pero no dejaras de serlo, serás mi esclavo vivirás en mi casa y bajo mis reglas…esto es todo lo que puedo decirte por ahora-volvió a llevar el cigarrillo a sus labios llenando sus pulmones de tabaco –y tendrás beneficios- agrego luego soltando mas humo hacia arriba un tanto relajado –me agradas Devon tenes los huevos en su lugar…tenes una hora para pensarlo que es lo que dura el resto de la exhibición si aceptas vendremos por ti- le miro por última vez antes de dejar la celda. No reparo en mediar su lujuria y las ganas de follarle en ese mismo lugar, bombeando dentro de su cuerpo mientras lastimaba su espalda.

Los hombres de Calvin no dejaron de verle hasta que su jefe estuvo fuera y así salieron ellos detrás.

Ni siquiera me moví de mi posición junto a la pared, mientras mi mirada se fijaba en el cigarrillo que aquel tipo rico había encendido, incitándome a querer acercarme para inspirar el humo con fuerza. Evité hacerlo, pero no perdí de vista ese movimiento, mientras no podía evitar escucharle, ya habiendo levantado mi cabeza, apretando los dientes dentro de mi boca. ¿Qué pretendía con lo que me estaba explicando?, lo único que tenía claro, era que todo era ilegal, y que estaba ante una especie de compra, aunque no pudiera afirmarlo. Realmente no quería aceptar nada de un asqueroso millonario del montón, pero por otro lado, no me quedaban muchas opciones, ni tenía idea de a donde iría a parar encerrado en esta cárcel. Tragué saliva, mientras el señor Candie, me miraba antes de alejarse con aquella sentencia final a sus palabras. Me quedé solo.

Comencé a darle vueltas, yo mismo dí vueltas por aquella inhóspita sala cerrada a la que me había terminado acostumbrando, sin tener nada claro, sin suponer hasta donde estaba en mi mano esa decisión. Me llevé la mano a la frente, sujetando mi cabello, dejando pasar minutos en vano, hasta que me acerqué al pañuelo blanco del suelo, y recogiéndolo, limpié la sangre que me quedaba, tirándolo después como si no fuera más que una servilleta, además llena de sangre sucia de millonario. Ladeé mi cabeza, y me acerqué a los barrotes, mordiendo dentro de mi boca la piel hasta que aquel sabor a sangre se mantuvo en mi paladar, y me dí cuenta entonces de que quizás me quedaban menos de 5 minutos para decidir un sí o un no.
- Dile que vuelva –susurré al único guardia de la cárcel que quedaba, sin saber si tenía que llamar al rico o vendría por sí solo- en cualquier caso, comunícale mi decisión –inquirí, cuando el guardia se acercó, y me quedé un instante en silencio, sabiendo que tras esto no habría vuelta a tras, pero ¿Qué me quedaba?, ese individuo me ofrecía mayor nivel, además de asesinatos que bien podrían serme interesantes de un modo perturbado y oculto en mi locura, y lo de esclavo…no cambiaría nunca- puede volver, acepto su oferta.
Volví a darme una vuelta por la celda mientras el guardia se iba a avisar o lo que fuera, dedicándome a maldecir todo lo posible, hasta que el magnate llegara. No podía estar seguro de estar siendo imbécil, o por el contrario salvándome el culo por una vez.

Era simpático cuando las personas pensaban que podían escoger cuando en realidad estaban dentro de la espada y la pared, el detalle que nunca dijo fue que aunque no quisiera se lo iba a llevar pero Calvin por sobre muchas cosas era un hombre de negocios y un hombre de negocios tiene y más aun un amo de la mafia tiene conforme y sometido a su personal.
Cuando volvió hablo con algunos de los señores presentes en la exhibición dejándolos tranquilos y la misma prosiguió sin más inconvenientes, no faltaba mucho para darle el broche final cuando uno de los guardias llego a su oído con la noticia que esperaba escuchar dejando otra sonrisa muy complaciente.

-Prepárenlo, lo llevaremos cuando todo termine- con esas palabras el salió y aquel hombre fue a preparar al esclavo para partir a su nuevo trabajo.
Pasaron un par de minutos y quedo solo él con sus hombres cuando trajeron ante él a su primer y nuevo esclavo personal, el joven estaba esposado y amordazado pero de pecho descubierto y con unos pantalones de cuero, además de desclaso.

-Llévenlo al auto y quítenle toda esa mierda ya, es mío ahora- se dio media vuelta y sus hombres le siguieron detrás llevando al esclavo al Escalade negro; uno de ellos fue al asiento del conductor y el otro en el de acompañante dejando al rubio con su nuevo juguete.
Dentro del auto comenzó a quitar lo último que le quedaba a Devon que era la mordaza –mejor así…-el rubio se acomodo cuando lo dejo finalmente libre a la mascota –soy tu jefe además de tu amo, aprende a llevarte bien con la idea y llegaras lejos a pesar de ser una mascota, vas a matar a quien yo te ordene los métodos que uses me importan poco, solo haz que el cuerpo desaparezca y todo estará bien, primero tendrás tareas simples…luego se verá-
Mientras hablo y explico sus ojos iban pendientes del paisaje pero al final de la charla le dirigió la mirada –otra cosa, mis hombres visten de traje, tú no vas a ser la excepción-

El auto ya estaba llegando al barrio donde se encontraba la mansión del rubio, cada casa era más espectacular que la anterior, aprecian salidas de esas revistas de remodelaciones, parecía que era otro mundo, como si la pobreza y la desgracia no fueran permitidas en ese lugar.

-Vas a estar encerrado en mi casa hasta que yo determine lo contrario y finalmente te ponga a trabajar…alguna pregunta?-

Pero, cuando la puerta se abrió, apareció un hombre con varias prendas y demás cosas más mundanas que lo que llevaba puesto, y entró en la celda. Emití un hosco gruñido cuando agarró mi brazo, y aseguró las esposas, al igual, que echando mi cabeza hacia atrás, colocó una mordaza, seguramente para evitar que pudiera decorar su piel con mis dientes. Si que estaba ansioso de ello después de ser tratado de esa manera, pero las esposas me impedían. No le costó demasiado, lo demás, ya que casi ni podía moverme.
Tirando de mí, incluso con algún empujón innecesario para que avanzara más rápido, me dirigieron hacia la zona que daba a fuera, donde esperaba el “encantador” señor millonario, por el que estos momentos sentía rencor puro. Mordí la mordaza aunque no se notara, controlando mi tensión, sin poder emitir sonido alguno. Sin embargo, el magnate, causándome desconfianza, habló a sus hombres con órdenes claras, mientras yo lo miraba, quieto, aunque la chispa salvaje volvía a estar viva en mi mirada. Sentí como me liberaban las manos, y rocé la muñeca de una con la otra, al tiempo que era obligado a avanzar e introducirme en un coche, que por el aspecto, valdría más que la vida de muchos de los exquisitos esclavos que vendían ahí dentro. Era repulsivo. Cuando me senté en mi lugar, apoyé la cabeza en el respaldo, mirando al exterior, con el semblante serio y conciso. Tan solo dirigí mi mirada al millonario, cuando noté que liberaba mi boca, y le dejé actuar, apretando al instante los dientes. Escuchando sus palabras u órdenes, ya ni lo diferenciaba.
- No es apropiado pretender asesinar a alguien portando un traje –le rebatí, con el tono bajo por el momento, y llevando una mano a mi cuello para desentumecerlo, volviendo de nuevo mi mirada al magnate- deseo derramar sangre cuanto antes, mucha sangre –susurré, sumido en pequeños pensamientos, sintiendo que mismamente la idea provocaba en mí un escalofrío placentero, pero tan solo volví la mirada hacia fuera del coche, observando las lujosas y patéticas mansiones, evitando dejar que esas sensaciones me invadieran- si, tengo una pregunta, ¿no puedo salir de la casa con el collar? –pregunté, sabiendo que ese lujo me propasaría, yo necesitaba libertad, pero también sabía que solo había cambiado de rejas, seguía tratando con un maldito millonario, no podía pretender que la idea de estar ahí prisionero me fuera soportable- te sería más útil matando desde ahora, desde ya, deseo hacerlo, no esperar –me ignoraría, lo sabía, pero no pensaba rendirme tan fácil, matar, conllevaría salir de esa maldita jaula- ¿Cuándo podré saciar mi sed de sangre?
Esto lo dije mirando hacia fuera, ya que no quería que captara la terrible repulsión que estaba sintiendo en estos momentos ante la idea de tener amo de una vez. Apoyé el codo en el reposamanos, y la parte exterior de mi mano rozaba mis labios, recibiendo algún leve mordisco sin herida que me incidía para controlar la tensión. Odiaba el control, además, nunca había sido más que probado, por otros ricos, pero no era en absoluto lo mismo. No tenía idea de qué poderme esperar después de todo, y odiaba el no saber.